jueves, agosto 11, 2005

Una de Piratas

Piratas en Buenos Aires

Los piratas no llegaron a Buenos Aires durante el tiempo en que vivió la primitiva ciudad fundada por don Pedro de Mendoza. Ignoraban u existencia y luego no tenían el poder y la audacia que alcanzaron más tarde. En 1578 Francisco Drake estuvo en el Río de la Plata unos pocos días, de paso hacia la bahía de San Julián y el estrecho de Magallanes, en su viaje alrededor del mundo. La entrada de los ingleses a la Mar del Sud por el estrecho de Magallanes preocupó grande a la Audiencia de Charcas, la cual se dirigió muy alarmada al rey de España, el 31 de enero de 1581, para hacerle saber que las prédicas de los luteranos en las costas de Chile y del Perú podían crear en los indios ideas de «libertad» y rebelión.

El rey de España comprendió claramente el peligro que significaba para la paz del Nuevo Mundo un paso abierto entre los dos mares del Sud y del Norte, y organizó una armada de veintidós navíos que puso a las órdenes de Diego Flores Valdés a fin de que se dirigiese al estrecho de Magallanes y levantase fuertes, en ambas orillas, capaces de impedir el paso de cualquier navío enemigo.

La armada de Flores Valdés comenzó a ser perseguida por la desgracia aun antes de su partida, y las naves y los hombres fueron disminuyendo. Sin embargo, pudo hacerse a la vela y llegó al Brasil en compañía de la armada de don Alonso de Sotomayor, nombrado gobernador de Chile, que se dirigía a hacerse cargo de su puesto por la vía del estrecho de Magallanes. En Río de Janeiro, Flores Valdés se encontró con una fragatilla en la cual venían embarcados veintidós frailes franciscanos con el custodio del Río de la Plata, fray Juan de Rivadeneira, y unos pocos tripulantes. El P. Rivadeneira había partido de España el 22 de mayo de 1582 en un navío de Alonso de Vera, sobrino de Juan de Torres de Vera. Diez leguas antes de llegar al puerto del Espíritu Santo la nave de Alonso de Vera había encallado y el P. Rivadeneira había tenido que comprar una fragatilla para poder seguir el viaje al Río de la Plata con parte de sus frailes v otras personas.

Las naves de Flores Valdés y don Alonso de Sotomayor llegaban a dieciséis; pero en Río de Janeiro, Flores Valdés vióse obligado a abandonar la nave Santa María, que amenazaba deshacerse, y unos días más tarde, en medio de un temporal, perdió otra nave.

El 5 de diciembre de 1582 Flores Valdés acordó con don Alonso de Sotomayor, Pedro Sarmiento de Gamboa, el almirante, los oficiales reales, capitanes y pilotos, detenerse en el Río de la Plata, pues se hallaban cada vez en peores condiciones para ir a poblar en el estrecho de Magallanes y llegar a Chile siguiendo esa ruta.

El viernes, 14 de diciembre, las naves de Flores Valdés toparon con la fragatilla del P. Rivadeneira el cual le contó que después de haberse separado en Río de Janeiro, al salir una mañana de la isla de Santa Catalina, lo había perseguido un patache lleno de ingleses que lo habían hecho prisionero.

La nave inglesa de donde había partido el patache pertenecía a Eduardo Fenton, corsario que se había lanzado a recorrer mares, desde Inglaterra, en mayo de 1582 con otras dos naves que lo esperaban en el puerto de don Rodrigo. Los ingleses habían llegado a la isla de Santa Catalina el 19 de diciembre como si hubiesen ido a esperar expresamente a los pobres frailes.

Los pintorescos episodios que le ocurrieron al P. Rivadeneira en la nave de Eduardo Fenton no son para ser relatados en estas páginas de síntesis. Diremos únicamente que el 7 de diciembre el P. Rivadeneira fue invitado a almorzar con Eduardo Fenton y que ambos abundaron en recíprocas cortesías.

Sin embargo, la buena amistad no impidió que Fenton le requisara al P. Rivadeneira todos los objetos que le parecieron convenientes, desde tres campanas, sierras y hachas, ollas y barriles de conservas, hasta hermosas plantas y una

Flores Valdés escuchó con atención el relato del P. Rivadeneira y se encaminó con él al puerto de Santa Catalina; pero dos horas antes del amanecer, la nao Santa Marta capitaneada por Gonzalo Méndez, encalló y se hundió. Este naufragio ocurrió el 16 de diciembre y dos días después, ya en el puerto de Santa Catalina, la nao San Nicolás se echó al través y se perdió. Debemos advertir que la nao San Nicolás y la abandonada en Río de Janeiro formaban parte de la armada de don Alonso de Sotomayor la cual quedó reducida a sólo tres naves.

El lunes 7 de enero de 1583, todas las naves salieron nuevamente del puerto de Santa Catalina; pero una de ellas se hundió a pesar de los esfuerzos que el factor Andrés de Eguino, residente en esa localidad, hizo para salvarla.

Flores Valdés, cada día con menos entusiasmos para dirigirse al estrecho de Magallanes. Dejó encomendadas a Andrés de Eguino tres de sus naves: la San Juan Bautista, la Concepción y la Santa María de Begoña, muy maltratadas por los temporales,'con la orden de que si no volvía en el mes de mayo se fuese con ellas a España.

Don Alfonso de Sotomayor resolvió detenerse en Buenos Aires para llegar a Chile por tierra en vez de hacer el viaje cruzando el estrecho de Magallanes.

Pasarnos por alto otros detalles de estos sucesos, como el naufragio de la fragatilla del P. Rivadeneira, en que los frailes perdieron hasta los breviarios, y pasamos a referir, por separado, el encuentro que Andrés de Eguino tuvo con Eduardo Fenton y las peripecias de Flores Valdés, don Alonso de Sotomayor y Pedro Sarmiento de Gamboa.

Andrés de Eguino salió del puerto de Santa Catalina el viernes 18 de enero de 1583 Y el 24 del mismo mes llegó a Santos. Aquí se hallaban dos de las naves de Fenton, pues la tercera, mandada por Juan Drake, sobrino del célebre Francisco, se había hundido en el Río de la Plata, al pretender los ingleses llegar hasta Buenos Aires. Las dos naves de Fenton y las tres de Flores Valdés mandadas por Andrés de Eguino se trabaron en pelea y estuvieron cañoneándose hasta el domingo . Los ingleses hundieron la Santa María de Begoña pero los españoles salvaron a su gente y mataron una gran cantidad de enemigos.

Después de estos hechos el gobernador de San Vicente, Jerónimo Leiton, y los oficiales reales trataron de que Andrés de Eguino, por medio del ingeniero italiano Juan Bautista Antoneli, edificara un fuerte para defenderse de otros probables ataques de corsarios; mas por falta de dinero la fortaleza nunca pudo levantarse.

Cuando Flores Valdés y don Alonso de Sotomayor llegaron con el P. Riva­dencia al Río de la Plata advirtieron que la galeaza hacía fondo, por lo cual Flores por falta de dinero la fortaleza nunca pudo

Valdés huyó hacia el norte con cinco naves A la mañana siguiente don Alonso de Sotomayor salió en persecución de Flores Valdés y logró alcanzarlo aquella misma tarde. Una vez juntas las naves resolvieron llegar a Buenos Aires. La nao Trinidad navegó casi deshecha y la Corza se hundió del todo. Esta arribada tuvo efecto a fines de enero de 1583.

Don Alonso de Sotomayor se fue a Chile por tierra, en compañía de Juan de Garay, al cual mataron los indios en las proximidades del fuerte Caboto mientras guiaba parte de sus hombres en las orillas del Paraná.

El P. Rivadeneira pasó a su convento de Tucumán y escribió la historia de sus andanzas.

Pedro Sarmiento de Gamboa terminó por llegar al estrecho de Magallanes y fundar los fuertes de Nombre Jesús y Real Felipe. En torno a ellos los españoles formaron dos bellos poblados que llenaron de admiración al corsario Tomás Candish cuando los visitó en 1587: de admiración por su aspecto encantador, y de horror por la muerte que encontró en ellos. Sus habitantes habían muerto casi todos de hambre y de peste, se hallaban tirados en las puertas' de sus casas y en medio de las calles. Unos pocos sobrevivientes se habían ido por la costa, como locos, en busca de una salvación imposible que fue pronto su tumba. Un marinero llamado Tomé Hernández acompañó a Candish y huyó luego de su nave en las costas de Chile. Por él la historia pudo saber las tragedias increíbles que ocurrieron en las ciudades fundadas por Pedro Sarmiento de Gamboa con el fin de impedir a los corsarios y piratas ingleses que pasasen-desde el océano Atlántico al océano Pacífico.

Sarmiento de Gamboa, que había dejado momentáneamente sus ciudades para ir a España en busca de refuerzos y alimentos, cayó en manos de otros corsarios, fué llevado a Inglaterra, no pudo volver nunca- más al estrecho de Magallanes e hizo de su vida una extraña novela de aventuras.

En cuanto al sobrino de Francisco Drake, llamado Juan, quedó perdido en el Río de la Plata. Los diez y seis hombres que tripulaban el Francis, así como el maestre Richard Farewether y el propio Juan Drake se salvaron en la costa uruguaya donde pronto cayeron en poder de los indios charrúas. Al cabo de trece meses de cautiverio Juan Drake, el maestre Richard y otro inglés, Juan Daclós huyeron en una canoa en dirección a Buenos Aires. Tras de grandes peligros llegaron a esta ciudad en marzo de 1584, Como es de suponer, las autoridades españolas los tomaron presos y a los pocos días los remitieron a Santa Fe, donde Juan Drake declaró ante escribano la historia de sus aventuras en compañía de su tío Francisco, el 24 de marzo. Los pormenores de la vuelta al mundo que a él le había tocado realizar siguiendo al gran Francis Drake tienen un muy grande interés para el estudio de la biografía de este personaje y ya los hemos consignado en una de nuestras publicaciones.

Al cabo de un tiempo los tres ingleses continuaron viaje a la Asunción donde el teniente general Juan de Torres Naverrete los mantuvo presos sin que nadie pudiese hablar con ellos. Desde Asunción pasaron a Lima, reclamados por el tribunal de la inquisición. En el Perú, Juan Drake pasó unos años recluído en un convento y luego tuvo otras aventuras, numerosas y curiosas.

Todos los hechos que hemos referido sembraron una gran alarma en la colonia. El gobernador de Tucumán, don Hernando de Lerma, transmitió las nuevas a la Audiencia de Lima y ésta las despachó inmediatamente al virrey de Nueva España, al presidente de la Audiencia de Guatemala, al de la Audiencia de Panamá y al gobernador de Nicaragua. También llegaron a España y el Consejo de Indias consideró la posibilidad de oponerse a los ataques de los corsarios y piratas; pero los buenos proyectos de los españoles no pasaban de tales y los puertos de América debían preocuparse por sí solos de defenderse contra los ataques enemigos.

Es lo que ocurrió en Buenos Aires. La llegada de Juan Drake hizo comprender a los vecinos que sin un fuerte que defendiese la población todos ellos corrían muy gran peligro. El 12 de octubre de 1585, el tesorero Hernando de Montalvo escribié al rey pidiéndole que hiciese levantar un fuerte de piedra, ladrillo y cal, capaz de resistir la artillería, porque las tapias de tierra sólo eran para los indios; pero el fuerte no fue realidad hasta que llegó a Buenos Aires el gobernador Hernando de Zárate.

Entretanto, el obispo de Tucumán, fray Francisco de Vitoria -que sólo tenía el defecto de ser un activo comerciante despachó desde Buenos Aires, el 20 de octubre de 1585, una fragata con unas trece personas que llevaban más de ciento veinte mil ducados del obispo y otros dineros de particulares destinados para adquirir mercaderías. Sin embargo, el viaje se hacía con la excusa de traer algunos jesuitas que se hallaban en la ciudad de Bahía.

Los comisionados del obispo dejaron la fragata en San Vicente y compraron un navío nuevo con el cual siguieron a Bahía. En esta población embarcaron el P. Leonardo de Armiño y otros seis jesuitas. Las compras fueron tan convenientes y abundantes que los emisarios del obispo tuvieron que hacer otro navío de cuarenta toneladas. El regreso al Río de la Plata fue un viaje triunfal, pues en cada puerto del Brasil en que tocaban recibían numerosos agasajos y obsequios. En esta forma, cargados de dinero y de ricas mercaderías, llegaron al Río de la Plata; pero quiso la mala suerte que el 20 de enero de 1586 toparan con tres navíos ingleses que inmediatamente los apresaron adueñándose de lo que llevaban. A fin de que los españoles y los jesuitas no pudiesen avisar enseguida a las autoridades de Buenos Aires, los ingleses se fueron con los dos navíos, camino del estrecho de Magallanes, hasta los 43' de latitud sud, donde los dejaron en libertad, después de haber profanado los objetos sagrados, con «sólo un poco de lastre y una poca de harina y cinco pipas de agua para ciento veinte personas».

Los náufragos llegaron casi desnudos a Buenos Aires, llorando sus desgracias.

El gobernador del Tucumán, don Juan Ramírez de Velazco, hizo saber la mala nueva al virrey del Perú y al mismo rey de España. El obispo fray Francisco de Vitoria también dio cuenta al virrey del robo que los ingleses habían hecho en sus dos naves. La audiencia de Charcas no dejó de enterarse de estos sucesos y el gobernador de Buenos Aires, Rodrigo Ortiz de Zárate, confesó que si los ingleses hubiesen caído sobre la ciudad él no disponía, para hacerles frente, más que de cuarenta hombres mal armados; pero de mucho <ánimo>

Vieron, para los que pensaban que las peliculas de piratas no estaban ni cerca de la Argentina, y tambien para que comparen con los Piratas y Corsarios del dia de hoy..


El Texto de los piratas le pertenece al Historiador Felipe Pigna

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